Desde hace algunos días quiero escribir algo pero no sé cómo comenzarlo. Se trata de escudriñar un poco en torno a las distintas maneras en las que se reciben y procesan los mensajes en los diferentes entornos de la web. Tiendo a pensar que cada espacio genera sus propias reglas de construcción del lenguaje, sus propias reglas de recepción de los mensajes, su propia lógica del discurso. Los ejemplos que manejo con autoridad, porque son los que utilizo, son twitter y Facebook y justamente en ese orden: twitter en primer lugar y facebook en el segundo. Del primero pasé a explorar un poco más en el segundo luego de integrar la herramienta de microblogging a Facebook para que actualizara mi estado cada vez que escribiera un tweet.
Las reacciones han sido más que interesantes. Quienes están en twitter no se sorprenden del tono y contenidos de algunos mensajes, es más, se extrañan si durante algún tiempo alguien no dice algo sobre si mismo, si no aparece el mensaje de “qué fastidio esto o aquello”, “voy a tomarme un café” o “está lloviendo”, “voy saliendo de aquí para allá”. En Facebook, al principio cuando sincronicé ambos servicios, el grupo de amigos tendía a no comprender y a pensar que yo habia decidido vivir casi literalmente en Facebook y que me habia dado por andar contando mi vida (y la de mi familia) a todo el mundo. Mensajes preocupados, medio escandalizados hicieron que incluso pensara en romper la sincronía y lo sometí a votación. ¡No! gritaron unos cuantos y agregaron “es que entonces no nos vamos a poder divertir con todo lo que haces” (o algo por el estilo), asi que decidí dejarlo asi a pesar de que mi hijo, por ejemplo, se queja de vez en cuando.