Google, la luna y la preservación de la memoria documental


El tema impacta, sin lugar a dudas. Sea en la luna o en los servidores de Google, la pregunta por la preservación de la memoria documental toca fibras esenciales. Sea que nos preguntemos por el cómo, por el dónde o por el quién se ocupará de ello, es un punto a resolver y que está teniendo respuestas desde muchos lugares y, no sólo eso, sino que ha desatado una pelea férrea por decidir quién es la persona o el organismo más óptimo para llevara acabo el cuidado de los documentos que ha producido la humanidad terrícola.
Hay varias cosas, y con esto quiero comentar a partir de a) respuestas de los lectores, b) comentarios en otros blogs a partir de mi post anterior y c) entradas en otros blogs que, aparentemente, no tienen nada que ver con lo de la luna como archivo.
1) La luna no nos salva: como sabiamente dice Dita, el que los servidores esté alojados en los cráteres lunares no nos garantiza ni la preservación, ni la accesibilidad:

además, tendrían que hacer una infraestructura colosal, para evitar que los meteoritos que continuamente le cambian la cara a la luna no destruyan los volúmenes de Poe o la Enciclopedia Británica, o Ciberescrituras… Y la cantidad de energía necesaria para construir y comunicarse con la biblioteca lunar!

2) Actualización: en armonía con lo que dice Dita, añade Carlos Neri el punto acerca de los soportes y la vigencia de la tecnología:

Los americanos ya han probado con guardar bajo tierra, pero el principal problema sigue siendo siempre el mismo. Hay que guardar y preservar los elementos digitales en un soporte y además “los lectores de este soporte”. Si pensamos en no más de 15 años atrás, nos encontraremos con discos flexibles de cinco y un cuarto que hoy es casi imposible salvo que alguien la guardo, encontrar una lectora. Sea cualquiera el sistema que hablemos estamos viéndolo en tiempo presente. Que ocurrirá dentro de 10000 años por tentar una cifra. ¿Como se recuperaran los viejos formatos?

Si con las mismas películas del alunizaje ha ocurrido lo mismo: las cintas están allí pero los equipos fenecen y con las nuevas tecnologías no se pueden reproducir. Yo tengo guardados por cariño y porque estéticamente me parecen hermosos, los diskettes (floppy disks, más bien) de 51/4 en los que escribi mi tesis de psicología, pero ya no los puedo leer; claro, tambien están escritos en Word Star… je, je.
3) Google tampoco nos salvará: Y yo que pensaba que si! Y es que Txetsu nos recuerda, referiendo un post más bien pesimista en torno a esto del almacenamiento, que el hecho de que se digitalice no garantiza, de ninguna manera, que los textos lleguen a sus lectores. Podemos tener una biblioteca fabulosa, pero si no logramos que a ella accedan los lectores libremente, que esos textos sean leídos, discutidos, disfrutados, no estaremos haciendo nada. El tema, entonces, es la promoción de esos textos, de esos documentos y que, en realidad, lleguen a quienes tienen que llegar.
Cito el blog al que remiten el Libro de Notas:

Porque hay millones de libros olvidados. Y ahora Google se propone rescatarlos.
¡Que va a rescatar! Vamos, anda. Lo que se podrá hacer es trasladarlos. Trasladarlos desde los anaqueles polvorientos a los anaqueles electrónicos. Y que allí sigan durmiendo, con ligeros sobresaltos en forma de clic.
Es un gran paso, no puede caber duda. Porque permitirá que un lector acceda a un libro sin tener que viajar a un lejano monasterio benedictino o a una rara biblioteca capitular ni llenarse de polvo mugriento en un archivo.
Está bien, muy bien.
Pero, ojo: que no se nos olvide que el olvido existe, y nadie va a terminar con él. Porque si no existiera el olvido, tampoco existiría la memoria.
La misión de los profesores, de los críticos, de los escritores, de los editores, es levantar de vez en cuando la pesada alfombra del olvido. Pero la alfombra volverá a caer sin remisión sobre las frías losas del pavimento.

Aviso

Esta entrada corresponde al archivo histórico de Ciberescrituras (2005-2012).

También te puede gustar...

Deja un comentario