La pregunta acerca de la motivación para la escritura aparece permanentemente en libros, artículos de prensa y es, si se quiere, una de las preguntas que más temen los escritores porque, en la mayoría de los casos, las respuestas no encuentran otro asidero que el de la imposibilidad de no hacerlo.
Me encuentro esta madrugada, en la que la corrección de un manual de procedimientos (nada más lejano a la literatura) me mantiene frente a la pantalla, con una entrevista a Kenzaburo Oé, premio Nobel de Literatura, aparecida en La Vanguardia esta mañana (hora de España).
Confieso, no si rubor, que no he leído a Oé, sin embargo me conmueve profundamente lo que cuenta en relación a como el nacimiento de su hijo cambió su relación con la escritura. Hikari nació hace 41 años con un tumor casi tan grande como su cabeza que hubo que extirparle; sobrevivió a la operación pero se le diagnosticó deficiencia mental. Para Oé esta experiencia marcó definitivamente su quehacer literario y en los próximos días aparecerá un libro titulado ¡Despertad, oh jóvenes de la nueva era! en el que habla de su particular relación con su hijo y cómo ella ha influído en sus obras literarias.
De este libro, más cercano a la autobiografía que a la ficción dice Oé:
“He intentado dibujar dos mundos: el de los poemas de Blake y el de la vida cotidiana de mi familia, dos mundos que se solapan y, en un momento dado, a través de un juego de espejos, se unen formando un solo mundo. No es fácil decir dónde acaba uno y dónde empieza el otro”
No lo voy a comentar ahora, sólo lo traigo porque es otra de las preguntas infinitas en esto de la creación: ¿hasta donde referencialidad, desde dónde y hasta dónde ficción?
Sigo leyendo aunque en mi mente resuena aquello de que los blogs deben ser un puente hacia otros textos y que no abusemos de las citas, creo que esto bien vale la pena:
“Hubo un tiempo en que yo quería ser un novelista europeo, dibujar el mundo como lo hacía el humanismo y todos los grandes autores del Viejo Continente. El nacimiento de mi hijo interrumpió esos sentimientos. Tomé la decisión de vivir con él, convertirlo en parte de la familia, integrarlo en mi convivencia diaria, ser feliz con esa nueva realidad. Decidí que continuaría retratando el mundo y a Japón, pero a través de la vida de mi hijo. Hikari es una especie de lente a través de la cual se filtra la realidad. Sus expresiones de niño, sus movimientos, sus rabietas, sus violencias, sus alegrías, cómo vive en nosotros, son instrumentos con los que reflejo el mundo. La realidad exterior y la privada convergen. Tengo la sensación de que escogí la manera de escribir correcta, y también la manera de vivir correcta.”
La escritura a través de los lentes de la inocencia
Aviso
Esta entrada corresponde al archivo histórico de Ciberescrituras (2005-2012).
1 comentario
ID: 190748
Juliana,
¡Qué buena reflexión con la que me encuentro en tu blog! que, como verás, tenía tiempo sin leer. Estas líneas que escribes aquí justo me recuerda a una disyuntiva, o no sé si llamarla así, a el hecho del quehacer del escritor. Este fin de semana lo he pasado pensando en si escribir realidades o ficciones, pero definitivamente llego a la conclusión de que ambas se fusionan y, en muchas ocasiones, se me hace difícil distinguirlas. Por ello, tomé una frase del Pedro Almodóvar quien escribe sus guiones pensando que “El mejor modo de contar la ficción es vestirla de realidad”.