Me dejo seducir, y enredar, por la nota que publica Txetxu hoy en Convalor y que él titula: Librero. ¿Detective o gastrónomo?. El título que yo le doy al mío podría ser mucho más largo pero es que es una excelente oportunidad para comentar un poco cómo es este “lindo” oficio de ser librero y decirlo desde dentro, desde la experiencia personal.
El romanticismo del oficio: Algunas de las frases que más oigo repetirse, con un suspiro, son: “Ay, esto es lo que yo quisiera hacer más adelante”, “Qué maravilla esto de tener una librería, tienes tanto tiempo para leer”. Con el tiempo uno sonríe y dice para sus adentros “Ay, si ella (o él) supiera!”. Y es que una de las cosas que habria que hacer, por un lado, es desmitificar la imagen romántica del librero y al mismo tiempo sensibilizar a algunos otros libreros (sobre todo a los mega-libreros, que realmente no son tales) a hacer de las librerias espacios que sean algo más que un supermercado de libros.
Hay alli un debate que es un conflicto, y créanme que esto me permite reflexionar mucho desde y para lo personal. Reflexionar en voz alta a ver si saco algo en claro. Se trata a mi juicio de un debate entre dos perspectivas de conceptualizar al librero: el librero (o librera) es tanto un oficio como una persona y, en ese sentido en él confluyen (o deberían confluir) dos aspectos fundamentales: la formación y la pasión.
El librero, además, se enfrenta a una serie de actividades que distan mucho de ser románticas y Txetxu lo escribe fabulosamente bien:
Quizás sería bueno que además de las loas y las fantasías las personas que escriben, con cariño que no me cabe duda, sobre la figura del librero también dijeran, por ejemplo, el tiempo que supone el estar abriendo y cerrando cajas que no van a ningún sitio, la dificultad que todavía existe para disponer de una información a medida de las novedades de los temas que interesen a una librería, el poco interés de muchos editores por facilitar este tipo de tareas y exigir la presencia automática de sus novedades en los puntos de venta, la dificultad para saber en muchos casos con exactitud el estado y situación de un libro pedido.
Es allí donde él habla del librero detective, al cual podría agregar el librero supervisor, que es el que tiene que estar chequeando si realmente llegaron los libros que se pidieron y si no se vino alguno “de contrabando” que realmente no se quiere. Y aquí caigo en un punto que resulta ser uno de los más espinosos en la relación con los proveedores. Muchas veces los distribuidores y las editoriales actúan como si los libreros no supieran realmente qué es lo que quieren parasu librería, como si fueran en verdad seres que viven en una burbuja y terminan mandándote lo que ellos quieren, “porque eso es lo que se está vendiendo en todos lados”. El mercado siempre tiene la razón, de acuerdo a esa perspectiva, pero para algunos libreros eso no es asi y persistimos en la concepción de librerías especializadas, pequeñas, que prefieren un buen clásico a muchos best-sellers.
El librero, según los esterotipos más clásicos es una persona sabia que tiene las respuesta acerca de todos los libros del universo, los que se han publicado y los que se están escribiendo y serán publicados en los próximos meses. Y algo de cierto hay en ello y allí hablamos del tema de la formación; pero es que en el caso de los “verdaderos” libreros el peso de la pasión es demasiado grande y es asi que el conocimiento es un concimiento apasionado, amoroso. A veces vender un libro es enfrentarse a un duelo, cuando sabes que lo que est´s vendiendo es un ejemplar de una edición que no se encontrará más, lo que te queda esperar es que llegue a las manos justas, al lector perfecto, a aquél que sabrá valorarlo tanto como tú.
Me atrevo a decir que el oficio de librero es un oficio hermético y no uso la palabra en su acepción de cerrado sino en su acepción clásica de comunicación de interconexión. El librero apasionado es aquél que cierra la librería felíz sabiendo que ha podido conectar a un libro con un lector y visceversa y sonríe pensando en los nuevos mundos que puede estar ayundando a crear para esa persona. Ser librero es, también, ser maestro, docente, guía, formador.
Casi que me estoy poniendo romática yo también, pero la actividad de librero tiene todo un costado que dista mucho de ser romántico. Y es el administrativo, bajar del Olimpo de las letras a lidiar con las cajas ya mencionadas, con los reportes, las consignaciones y las facturas puede llegar a ser un verdadero martirio. Y sin embargo, deberíamos lograr el equilibrio entre ambos extremos. Menudo reto.
Por otro lado, y para cerra esta primera reflexión en torno al tema, creo que detrás de esto hay una concepción muy particular del objeto con el cual se tratamos: el libro. Al fín y al cabo, hemos decidido ser libreros y no bibliotecarios, con lo cual no tendríamos que ocuparnos de la parte mercantil del oficio. La apuesta está dada.
2 comentarios
ID: 2424045
Aquí, en España, esa figura del librero a quien le interesan los libros que vende, al que le preocupa vender obras de calidad, que tiene una idea más o menos clara de lo que tiene en su tienda, y a quien en un momento dado le puedes preguntar alguna duda con cierta garantía de que te responderá, está desapareciendo cada vez más. Las librerías pequeñas, especializadas, casi no existen. Los libros se compran en centros comerciales, algunos dedicados específicamente a eso (como la FNAC), y quien está al otro lado, quien te vende el libro, no sabe en realidad nada sobre la mercancía que vende. Con el ordenador solucionan tus dudas, pero a veces uno se las ve y se las desea para que uno de estos dependientes interprete correctamente el nombre de un autor.
ID: 2424128
Hola Juan Carlos:
Sí, acá en Venezuela en de alguna manera igual, aunque unos pocos nos resistamos y aunque las cadenas de librerías no tengan una presencia tan fuerte como si la tiene allá. El tema de los libreros, además, no puede comprenderse fuera del tema de la cadena editorial. En los últimos días aprecieron unos artículos y post muy interesantes al respecto ya que pareciera que a la Industria lo que le interesa son los números aunque a la final ellos sean literamente guillotinados consumidos por el fuego.
Soy librera y sé perfectamente de qué estás hablando y el ejemplo más emblemáticos es probablemente el de Goethe: entre que muchos lectores no lo saben pronunciar y otros tantos dependientes no lo saben escribir, estamos fritos.
Un gran saludo,