Ayer domingo apareció en La Vanguardia un artículo interesante acerca de la evolución del negocio editorial en España. Bajo el título Pequeño gran editor , revisa el fenómeno de la aparición, cada vez mayor, según parece, de pequeñas editoriales independientes que surgen como alternativa a los grandes grupos editoriales. Jorge Larralde (Anagrama) les ha dado el sugestivo nombre de “Los insumisos”.
Aquí, las declaraciones de algunos de ellos:
lo que está sucediendo ahora en España ya ocurrió antes en Inglaterra y otros lugares que sufrieron la concentración editorial: los grandes grupos se plantean el libro como un elemento más de unos negocios globales basados en el entretenimiento, y eso deja huecos para pequeños editores con otra idea de la literatura. Julieta Leonetti (Editorial Poliedro)
Los grandes grupos no se dedican a la literatura; ese espacio lo ocupamos los medianos y pequeños
.
Francisco Villegas (Ellago)
Carola Moreno, de Barataria, apunta hacia el tema de la relación con las librerías y dice que la actual coyuntura del negocio del libro se enfrenta “al problema de la paulatina desaparición de las librerías tradicionales, nuestro espacio natural, y la aparición del libro mercancía hecho por autores fabricantes que editan profesionales del marketing y se vende en supermercados para lectores mediatizados”.
En cuanto al impacto de las nuevas tecnologías sobre la industria editorial y este aparente auge de las editoriales alternativas, dice Enrique Redel, de Funambulista, que la clave de la proliferación actual es que “uno se puede montar perfectamente una editorial en casa, con dos ordenadores y una línea de ADSL”.
El análisis que continúa resalta algunos de los aspectos más importantes para la sobrevivencia de estos proyectos alternativos. Por un lado, resalta el hecho de que muchas de estas empresas editoriales apuestan por la especialización tratando de llenar vacíos que los grandes grupos editoriales han tenido que olvidar en aras de la venta. Por el otro, y tambien por lo anterior, estas pequeñas editoriales corren más riesgos en su apuesta por un público más específico y, por ende, más pequeño.
Pero la vulnerabilidad de estos insumisos, a la vez que su fortaleza, es el uso que tienen que hacer de canales de promoción y distribución distintos a los tradicionales. Siempre se ha dicho en este sentido que la distribución de los libros es la “pata coja” del proceso editorial. Ante el vértigo del marketing omnipresente y hasta invasivo de algunas de las grandes editoriales, las empresas pequeñas apelan a la propaganda p2p: en este sentido dice Fernando Pardo, de La Liebre de Marzo: “Nuestra mayor propaganda es el boca a oreja. Y nuestro espacio, las librerías especializadas, y las nuevas fórmulas: internet, centros de yoga… Hay que buscar otros canales”.
Todo este tema resuena mucho en mi y en cierto sentido me alegra saber que no es un problema localista, “tercermundista” de editores y libreros que apenas comenzamos en América Latina a desarrollar nuevos proyectos para la publicación de obras que,de otra manera, no tendrían acceso a las grandes editoriales y, por ende, a los anaqueles de las librerías. Hablo como librera, en primer lugar, y como editora en ciernes, en segundo. Y es que, estrictamente, todo lo que se plantea en este artículo podría ser aplicado a las librerías alternativas, que igualmente ven amenazada su subsistencia por las grandes cadenas de hipermercados de libros en los cuales el cliente parece ser lo último y quienes atienden, por más amablemente que lo hagan, saben poco o nada acerca de lo que están vendiendo más allá de Harry Potter y Paulo Coelho. Pero eso ya será motivo de otro post porque tiene que ver con el proceso de marketing directo en las librerías.
Por último, y esto tambien es rigurosamente cierto en nuestro panorama local en Venezuela, existe una ausencia de diálogo constructivo entre las distintas partes que integran la cadena editorial. Para España, dice Diana Zaforteza de Alpha Decay:
Deberíamos comunicarnos más y enfrentarnos a las dificultades juntos. Tengo la impresión de que la gauche divine unía más a los editores, del mismo modo que los unía la censura. A nosotros nos une la censura del mercado…