¿Los lectores nacen o se hacen?


El post que leo esta mañana en Moebius es de esos que son una suerte de detonante y ante los cuales no puedo menos que sentarme y dejar de lado cualquier otra cosa sobre la cual escribir. El tema de la lectura es fundamental y apasionante, para quienes nos movemos en el mundo del libro y que entendemos que promoción de la lectura es una actividad neurálgica.
Primera parada: Carlos, despues de relatar una anécdota que ilustra cómo aparentemente las campañas de promoción de la lectura tal como se han llevado a cabo hasta los momentos no incentivan a nuevos lectores, sino que atraen a los lectores de siempre, dice:

Me da la impresión que estas campañas no han medido resultados, efectos, posibles conversiones de no lectores a lectores, porque en todos los casos que me he acercado, somos los viejos lectores, los desconocidos de siempre, los que leemos.

Y después de eso lanza una de esas frases ante las cuales no podemos quedarnos impasibles:

Quizás el tema es que no hay formula para producir un lector.

Podría dedicar mi tesis de doctorado a ella, quizás al menos el libro de ensayos que pretendo escribir para el taller del Celarg. Lo que quiero decir con esto es que por un lado, me apasiona el tema y, por otro, creo que es de las preguntas tan pero tan sencillas que remueven muchas de las aparentes certezas que hemos tenido. Mírese desde donde se mire el tema de la enseñanza y promoción de la lectura es nuclear a toda reflexión sobre el proceso de enseñanza-aprendizaje y sobre la definición de ser humano a nivel general.

Por supuesto que no hay fórmula perfecta para producir lectores, pero si siguiéramos el ejercicio que comienza Carlos (Y esto daría perfectamente para un meme) y escudriñáramos un poco en las historias personales de aprendizaje de la lectura seguramente las anécdotas se repitirán: la abuela o el abuelo que nos leía historias o, simplemente, nos las relataba; la presencia de las bibliotecas en las escuelas (para mi fue fundamental, tambien), las poesias, la imagen de papá o mamá leyendo o leyéndonos.

Segunda parada: lectura, modelamiento y vínculos: Justamente el último punto da pie para recordar otra de las frase contundentes del post de Neri:

No deberíamos acaso plantearnos que la lectura es un vínculo, un modo de relacionarse con otras voces, con otros mundos, pero desde este mundo.

Esa frase se complementa con otra que viene a problematizar el tema a nivel de políticas de promoción:

Creo que estamos malgastando fondos en la creencia que los lectores surgirán con la promoción de los libros.

Y para terminar, se pregunta:

¿Acaso no estamos ante un mismo fenómeno donde la familia ha dejado de lado la lectura y la mantiene en los mínimos niveles que el sistema educativo les exige a sus hijos?

El “decálogo” interminable de la blogosfera me diría que tengo que remitir a los lectores al artículo originario, cosa que por supuesto recomiendo, pero es que no podía dejar de anotar todas las cosas que me parecen importantes de este texto por lo mucho que dan para reflexionar.

En primer lugar, para mi es obvio que la pasión por la lectura tiene sus orígenes en un rito vinculante: el de los padres con el bebé y con el niño o niña que comienza a leer. Crecí entre libros y las anécdotas familiares tienen entre sus anales la historia de mi abuelo paterno quien habiendo salido de la casa a comprar la cuna de su primer hijo, regresó al hogar con los tomos de las obras completas de Goethe, dejando a la criatura dormir sobre los lomos de volúmenes llenos de letras que sólo muchos años después estaría en capacidad de comprender. Lo que para mi abuela significo el signo inequívoco de la poca sanidad mental de su esposo ha marcado ineludiblemente el transcurrir y los destinos de la familia.

Tercera parada: lectura, cobijo y sensorialidad. Lo anterior me lleva al último punto que quisiera rescatar por hoy basándome en dos frases de Carlos que son a su vez las dos preguntas que dieron pie a mi escritura:

1) No deberíamos acaso plantearnos que la lectura es un vínculo, un modo de relacionarse con otras voces, con otros mundos, pero desde este mundo.

Sin lugar a dudas, eso es cierto. Yo no puedo pensarlo de otra manera ya que para mi los libros resultan, incluso, una suerte de talismán (aunque no sea la frase más feliz), compañeros inseparables de todo cuanto hago. El libro como objeto y la lectura como acción son justamente los elementos que facilitan el transcurrir de un mundo a otro. Me gusta cómo lo dice Carlos.

2) ¿Acaso no estamos ante un mismo fenómeno donde la familia ha dejado de lado la lectura y la mantiene en los mínimos niveles que el sistema educativo les exige a sus hijos?

Resulta tan difícil hacer entender a los padres esto de la importancia del modelaje. El amor por los libros y la lectura no es algo que se enseñe como obligación, sino como modelo, se hacen parte natural de la vida diaria. Yo crecí entre libros y rodeada de familiares que tenían que ver con el oficio de los libros: mi padre y mis abuelos escribían, mi bisabuelo y mi abuelo maternos eran editores renombrados en Europa y uno de los recuerdos más claros de mi infancia fue el día en el que mi hermano y yo acompañamos al abuelo Martin a sacar los ultimos libros que quedaban cuando ya tuvieron que vender la editorial Atlantis en Zürich.
No solamente habia libros sino que esos libros eran usados y me recuerdo que cuando, por ejemplo, mi madrina me llevaba a su casa para mi lo máximo era poder correr a su biblioteca y paearme por todos los anaqueles. Escudriñar en las bibliotecas de otros era toda una aventura: parecía haber libros para todos! Y no había navidad en la cual no celebrara el paquete de libros que papá siempre tenía para mi bajo el arbolito; paquetes dentro de los cuales 3, 4 o 5 libros eran un puente silencioso de complicidad entre él y yo; una manera sutil de acompañarme a la vez que guiarme en mi formación.
En la librería me ocurre con frecuencia que los padres vienen y se quejan de que los hijos no leen, pero cuando les pregunto si ellos lo hacen, a veces me ponen una cara como “ud está loca? Yo no tengo tiempo para eso, pero EL si” Me da risa, pero a veces me genera mucha impotencia ver bebes que aun no leen pero que se apasionan por algun pequeño volúmen empastado de poemas pero que sus padres casi siempre les niegan “porque ellos no saben leer” o porque “eso no es para niños”. Estoy convencida de que la relación con los libros es una relación primordialmente sensorial en la infancia y que la libertad con la cual nuestros hijos la puedan vivir redundará en una relación más cercana con el objeto libro y con la actividad de la lectura en general.
No hay evidentemente una regla y me temo que es verdad que las salidas que se implementan con enorme frecuencia fracasan, sobre todo si los padres siguen dejando el aprendizaje de la lectura en manos de las escuelas, la mayoría de las cuales no cuentan con una bilbioteca.
Ya ven, es un tema de nunca parar, y mejor me detengo porque esto ya va muy largo…

Aviso

Esta entrada corresponde al archivo histórico de Ciberescrituras (2005-2012).

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