Parece que la distancia entre lo que nos muestran las películas, “de ciencia ficción”, y la realidad del avance de las investigaciones científicas es cada vez más corta. Ya pasó hace unos meses cuando via Moebius leíamos sobre el lanzamiento de Tacta Pad y Carlos Neri recordaba una escena de Minority Report en la que Tom Cruise interactuaba con una pantalla.
Pues bien, ahora la película a refrescar será The final Cut en la que Robin Williams hace el papel de editor de las memorias de los muertos a quienes se les habia implantado, desde su infancia, un chip para grabar absolutamente todas sus experiencias. No existe tal chip aún, pero leemos en este fabuloso texto de Isabel Coixet: El hombre que no podía olvidar que:
Hoy, el científico Gordon Bell a sus 71 años, ha decidido colgarse al cuello una cámara digital que saca una foto cada minuto para registrar todos sus recuerdos en un soporte digital. Todas sus conversaciones van a ser grabadas, sus encuentros, los momentos en que se mira al espejo y ve un trozo de espinaca entre sus dientes, cuando va al baño, cuando se hurga la nariz, cuando elabora y verbaliza una idea interesante, cuando dice una tontería, cuando se emociona leyendo a Keats y cuando se tira un pedo. Todos sus pasos, todos sus encuentros, sus dudas, sus miedos, sus errores, sus comidas indigestas van a quedar registrados en un facsímil digital de su existencia que va a quedar registrado en el Bay Research Centre que Microsoft posee en San Francisco.
Bell, uno de los más resaltantes investigadores de Microsoft, involucrado en el proyecto “million book” de Microsoft, comenzó a escanear todo documento, libro, cuaderno o papelito que tenía en su casa, hasta que se le ocurrió que, dado que no podía escanear sus recuerdos, podía, al menos, grabar lo que viviera de ese momento en adelante y es asi como a sus 71 años se convierte en protagonista de esta experiencia.
La verdad es que la la obsesión por la memoria parece consustancial al ser humano. En el mundo antíguo, en las culturas ágrafas, las tradiciones orales transmitidas a través de cantos y relatos hicieron el reservorio de la memoria cultural. Con la escritura, el depositario comenzó a ser el papel y ahora, cada vez más los chips y memorias digitales de toda índole. Las neuronas humanas descansan.
Para los técnicos de Microsoft el problema no ha sido, sin embargo, el almacenaje de los contenidos sino su manejo posterior. La clasificación de la información en categorías que permitieran organizarla y facilitar así su recuperación posterior. Gordon Bell lleva consigo siempre una cámara fotográfica, que toma registro de todo cuanto vive, las persona que conoce. La cámara se llama SenseCam y fue ideada por Lyndsay Williams, tambien investigadora para Microsoft, a raíz de haber olvidado en nombre de un vino que habia tomado una noche y que le habia gustado mucho.
Retorno al título de esta nota: ¿a quién le pertenecen los recuerdos de Gordon Bell? ¿Qué sentido tiene todo esto? No quiero pensar mucho … me da algo de escalofrío. El, por su lado, parece muy contento:
Algunas lecturas al respecto:
The Memory Machine
The man with the perfect memory – just don’t ask him to remember what’s in it
Artículo en Wired acerca de la SenseCam
Otro artículo en Engadget