El mundo parece estar al revés en estos días. Las secciones de crónica roja están atestadas de noticias incomprensibles y hasta espeluznantes, en las que resaltan dos que involucran a profesionales de la psicología y de la psiquiatría. Una noticia en Argentina y otra en Venezuela ponen en tela de juicio la confiabilidad que se puede tener en los profesionales de la salud mental.
En el caso argentino se trata de Jorge Corsi, un psicólogo de la Universidad de Buenos Aires y de la Universidad de Barcelona, acusado de organizar, junto con otras tres personas más, unas banda de pedofilia que se encargaba de reclutar jóvenes, seducirlos y filmarlos en escenas de sexo explícito. Eso que ya es suficientemente escandaloso, alcanza niveles de aún más candentes cuando sabemos que este profesional de la psicología es conocido, sobre todo, por su obra acerca del maltrato y sus consecuencias.
En Venezuela el caso ya lo hemos mencionado, es el de Edmundo Chirinos, conocido psiquiatra del país, quien se vio involucrado en la muerte de la joven Roxana Vargas hace unas semanas. Sangre en el consultorio, fotografía y otras pruebas en alguna de sus propiedades dieron la pista a los investigadores para acusarlo de asesinato en primer grado. Aún no se saben más detalles del asunto pero, como ya dije en otra oportunidad, en este caso uno no sabe qué es más escandaloso, si la tragedia de la víctima de su lucha contra (y/o a favor, dependiendo de su circunstancia) la anorexia y la bulimia o su muerte producto de traumatismos craneales.
Se trata de dos hombres profesionalmente respetados (al menos hasta hace poco) y que hoy en día se encuentran tras las rejas (Chirinos en su casa, por su edad y Corsi en el penal Marcos Paz), inhabilitados de ejercer su profesión y cuestionados totalmente desde el punto de vista ético y personal. Las preguntas, por supuesto, sobran. Las más importantes, sin embargo, apuntan a la confiabilidad y al daño que todo esto le puede hacer a una de las profesiones de más renombre a partir del s.XX y a las personas que la ejercen. ¿Podemos confiar en entregarnos de esa manera a una persona que puede engañarnos al punto de llevarnos a la muerte?
Por otro lado, Carlos Neri, llevaba la pregunta un poco más allá, al preguntarse por la credibilidad de la obra publicada de Corsi quien, como dije, es una referencia mundial en el tema del maltrato y ha sido editado por una de las más prestigiosas editoriales: Paidós. Han suspendido la venta de sus libros y un silencio invade los usuales espacios de discusión de los profesionales. Yo, como psicóloga, guardo silencio pero no puedo dejar de preguntarme por el futuro de nuestra profesión. La sangre llegó al río, ¿y ahora?
2 comentarios
Estimada Juliana.
Es cierto que resulta impactante para la comunidad “psi” lo ocurrido tanto en la Argentina como en Venezuela, pero creo que debemos tratar de separar algunas cuestiones que no hacen a la especialidad o a la legitimidad de un campo de conocimiento y a su práctica, de las personas que son, como en todos los ámbitos de la vida, inescrupulosas con los otros. Esto no debiera poner en tela de juicio la confiabilidad de los profesionales de la salud mental pues tanto la perversión como otros desvíos pueden ser portados por cualquiera, en cualquier profesión y la canallada no encuentra obstáculo para abrirse paso y sacar provecho del otro en el ámbito que sea. Ocurre que a menudo se piensa ilusamente que un psicólogo debe garantizar además de su práctica y conocimiento su propia salud y se deja de lado que es un sujeto que también puede padecer enfermedades o desvíos. El equivalente a esto sería pensar que un médico por saber de medicina no se debe enfermar nunca. Pero más allá de esta suposición absurda, lo que sí creo que debiera situarse mejor son las regulaciones y el control para el ejercicio de la profesión y la no complicidad de los colegas que como en todo gremio muchas veces miran para otro lado y son cómplices por una cuestión corporativa. De todos modos como en cualquier otro ámbito de la vida y esto es algo que enseña el psicoanálisis muy bien, no hay garantías, o no hay garantías absolutas ya que los perversos saben como llegar a sus víctimas y manipular y engañar a los demás con una doble fachada que no deja sospecha. En este sentido también a veces los colegas terminamos siendo víctimas de estos personajes que no nos es posible detectar justamente por su saber perverso.
Estimada Juliana: entiendo tu preocupación. Estás directamente concernida como yo. Pero no hay que confundir el uso perverso que hace un terapeuta del poder de la transferencia con las crisis de la profesión. Edmundo Chirinos es un tipo peligroso porque cree que el es lo que los pacientes creen que es. Esta convencido de eso. Confiado en su cercanía con los círculos de poder en Venezuela, fue descuidado, esta vez. Conozco al menos dos casos, directamente por las víctimas, una de ellas colega, de violaciones. No denunciadas por la sencilla razón de que para ambas víctimas era evidente su indefensión, y deseaban evitar la re-traumatización de un proceso de acusación contra un personaje tan “distinguido”. Antes del 98 formó parte de aquel grupo autodenominado “Los Notables” que se erigió en una especie de conciencia del país y eso lo blindó. La profesión está en crisis, pero por otras cosas, no por el develamiento reciente de dos canallas de ese calibre. Cordialmente, GZ