Es indudable que la red ha impactado al mundo editorial de maneras que aún no vislumbran un horizonte claro. Quizás el desconcierto aún no permite que muchos se den cuenta de el futuro tan temido ya está aquí: las estructuras del mundo editorial tradicional se han resquebrajado y tanto editores como distribuidores, libreros y bibliotecarios se ven en el aprieto de redefinir sus roles no sin cierta angustia: muchos se han visto anulados o “bypasseados por las nuevas editoriales que prometen nuevas obras a muy bajos precios y una efectiva distribución en el mercado editorial.
La proliferación de ofertas que permiten a quien quiera editar su libro al margen de todas las recomendaciones de los grandes popes de las editoriales tradicionales, hacen que cualquier persona con minimos recursos pueda asumirse como autor. Lulu es un ejemplo de una de estas iniciativas que ofrecen a cualquier persona la posibilidad de publicar su libro a muy bajo costo. Blurb es otra iniciativa interesante en este sentido.
Ahora bien, ¿quién define en estos proyectos qué textos son realmente publicables o potencialmente exitosos? El autor mismo, lo cual no garantiza que, realmente, vaya a ser un éxito editorial. Habrá autores a quienes no les interese demasiado, sin embargo si apuntamos la mirada hacia las comunidades de interés podremos comprender como cada vez más juegan un rol importante dentro del mundo editorial.
Hay comunidades como dejaboo en la que las personas hacen reseñas de libros, discos y películas y en las que se puede votar a los mejores títulos, por ejemplo. Tambien hay comunidades de creación en las que se pueden compartir textos y ellos son puntuados por los diferentes participantes. Hay otras comunidades cuyo nombre se me pierde en este momento pero quiero, de cierre, mencionar aquello que motivó la escritura de este post y que demuestra la atención que están mereciendo las comunidades sociales por parte de algunos de los actores involucrados directamente en el mundo editorial, particularmente en cuanto a la selección de los títulos a publicar y en cuanto al mercadeo de los mismos.
En la misma línea de una propaganda que he visto por televisión por cable en la que unos creativos van a donde su editor jefe para preguntarle si pueden usar una palabra vulgar en su próximo próducto, leo que la editorial norteamericana, Grand Central Publishing, del grupo Hachette , acudió a bloggers y a redes sociales para consultar si debía o no publicar un libro con una grosería en el título. Por otro lado, Harpers and Collins usaron MySpace para promocionar concursos de escritura creativa y se sorprendieron de los resultados.
Iniciativas como Library Thing tienden a fortalecerse en un mercado en el que la recomendación de los amigos es mucho más creíble o poderosa que la de las propias editoriales. La fortaleza de las viejas instituciones y, sobre todo, de los hasta hace poco “expertos” ha dejado de ser tal, de la misma manera en la que ya los periodistas profesionales casi han venido a ser sustituidos como fuente de confiabilidad por los bloggers, así mismo, los editories parecen estar viendo desvanecerse su credibilidad en el mundo de los libros.
El título de este post iba a ser inicialmente: “Redes sociales: ¿los nuevos editores?” y creo que aquí comienza a tener sentido esa pregunta ya que con estas nuevas experiencias , el rol tradicional de un editor se desdibuja y se transforma. ¿En quién debemos confiar sino en los lectores? Quién determina en última instancia qué libro es bueno y qué libro no lo es? Los lectores… Bueno, así debería ser pero ya sabemos los oscuros caminos del marketing editorial y de la dificultad que existe para afirmar que el libro que más se vende es realmente el mejor.
De cualquier manera, creo que no hay que perder foco sobre este tema. Cosas interesantes están aún por pasar.
4 comentarios
ID: 2123416
Relamente las preguntas del final siempre abren las problemáticas del libro.
Este tiene la doble inscripciíon de producto (mercancia) y bien cultural, a la vez. Y este atravesamiento es el que lo ha vuelto problematico siempre, dado que como mercancia, es un objeto para la venta y debe venderse para que toda la cadena de comercialización funcione. Y como objeto cultural se tienen otras expectativas. Lo bueno de los recursos que mencionas es que permiten aún considerandolo mercancia, apostar a vender diversidad, sin pensar en ventas millonarias pero si en pequeños nichos. Queda claro que las grandes editoriales no pueden dedicarse a productos pequeños y esa es una buena noticia, para poder generar emprendimientos de otro tipo. De esta problemática no se sale con una formula “antimercado” sino con un aprovechameinto de los huecos. Creo que estamos en un momento donde podemos pensar en alternativas sin pensar que el estado se tenga que hacer cargo de todo aquello que los privados dejan.
un beso
CArlos
ID: 2126065
Hola. Enhorabuena por tu blog, de lo poco interesante que aún se pude encontrar en la blogosfera.
Por cierto, lejos de querer hacer publicidad gratuita, os dejo, para aquellos que os pueda interesar, un enlace a mi foro de literatura, donde llevamos a cabo un concurso semanal de relato corto, entre otras actividades literarias.
El rincón de Sherezade
Un saludo
ID: 2127339
Excelente artículo,
A la tradicional brecha generacional, debemos sumar ahora la existencia de una nueva brecha digital entre los profesionales del sector del libro.
Desgraciadamente, la mayoría de ellos – editores, libreros, bibliotecarios, profesores, etc.- no se sienten muy cómodos con la incorporación de herramientas como blogs, wikis, redes sociales, podcast, foros, etc. en sus planes de promoción del libro y la lectura.
La irrpución de la Web 2.0 brinda al sector una excelente oportunidad para cambiar los modelos de promoción y comercialización del libro
ID: 2130299
Buenos ejemplos y mejores reflexiones. Parece clara la tendencia para la edición cercana y pequeña, pero el gran consumo del libro no creo que funcione por los mismos criterios. No mientras la gran industria editorial no se garantice algún tipo de control de Internet. Y en ese complicado mundo seguirán haciendo falta editores, y de los nuevos. De esos que conozcan y participen en grandes o pequeñas redes sociales de amantes del libro.