Es un lugar común mirar “atrás” para hacer un balance del año que ha terminado pasado y cuando pienso en el mío pienso en la palabra tránsito. Y es que desde finales del 2016 he estado moviéndome mucho en estadías cortas y sucesivas en lugares tan disímiles entre si como: Houston, Hawaii, Caracas, Buenos Aires y Sevilla, cerca de la cual me encuentro al momento de escribir estas líneas.
2018 me encuentra al otro lado del Atlántico de mi natal y amada Venezuela; cerca, muy cerca de las costas desde las cuales salieron los primeros españoles que llegarían a tierras caribeñas. Aquí he decidido establecerme por un tiempo no determinado. Estos meses me han llevado a pensar mucho sobre algunos de los temas que están inevitablemente en el tapete de las conversaciones de venezolanos dentro y fuera del país pero también de muchas personas en el mundo: la migración, el desarraigo, la identidad, entre otros.
Estos días, cuando el cierre/apertura de año, hace de las suyas para despertar(nos) tantas emociones encontradas, aflora la pregunta sobre el ser, el devenir, el futuro, lo que se debe o no se debe hacer para lograr las metas que nos planteamos. Invariablemente emerge la nostalgia y, con ella, la necesidad de escribir. Ante el cambio vertiginoso, el deseo de orden. La palabra como hogar, como certeza de permanencia, de seguridad.
¿Permanencia? No parece haberla en estos tiempos. Trato de amoldarme, de lograr el equilibrio en la inestabilidad, sino de nuestros tiempos. Aceptarlo es un buen comienzo, supongo. Tratar de encontrar sentido en la escritura, todo un propósito. En el horizonte muchos retos intelectuales y vitales invitan al entusiasmo y la creación. Que estos espacios sean testigos de esos andares por venir.
La imagen lleva por título Escritura Oculta 2 está tomada de la cuenta Flickr de R2hox
1 comentario
MUY APRECIADA JULIANA, FELICITACIONES POR TU TRABAJO, POR TU MARAVILLOSO APORTE A LA LITERATURA VENEZOLANA, TE TENGO SIEMPRE MUY PRESENTE.
ABRAZOS,
LYDA