Sensación rara esta. Ya mañana a esta hora estaré en un avión rumbo a Venezuela de nuevo, y lamento tener que irme; quiero pensar que pronto volveré a esta hermosa e intensa ciudad. Mi impresión de ella, y sobre todo la que me llevo, esta vez, de quienes la viven, es distinta a la de mi viaje anterior. Claro, un momento distinto, otra intensidad, otras experiencias. Quizás en algún momento, escriba sobre ello.
Recorreré Corrientes hasta el Obelisco para la prometida foto a mi hijo Gustavo y de vuelta al hotel, algunos de los ritos que hemos construido en estos pocos días: el café con medialunas, la venida al Locutorio (donde estamos ahora: ellos acaban de llegar). Despues, una copa de vino, más tarde, y esperar a la salida de madrugada al aeropuerto.
“Chau, Buenos Aires”.
Esta foto, tomada al azar de google, representa más o menos la que tendré cuando me asome a la puerta del local y mire hacia el Obelisco: