Uno de mis temas fundamentales de estudio, ya lo he dicho, es el de la construcción del yo y la escritura autobiográfica. Pues bien, ayer estuve un buen rato viendo una publicación online que se presenta como una revista de fotografía documental. Se trata de Ojode Pez. El post bien vale sólo para hacerle promoción, sobre todo porque se nota que es una empresa hecha con inmenso cariño y dedicación pero que les hacen falta recuersos para mantenerse online. es así que sólo se encuentra allí el número actual de la revista, que es el número 7.
Las imágenes son de una gran calidad, pero lo que más me interesó, es que ellas vienen acompañadas (de allí lo documental) con textos de los fotógrafos acerca de su trabajo gráfico. Las hay de todo tipo, pero la que hoy quiero reseñar acá son de un joven madrileño, Jonás Bel, quien combina el video, la fotografía y la escritura para intentar atrapar, sin palabras, la imagen de alguien que siendole tan ajeno le era al mismo tiempo tan inevitablemente cercana: su abuela.
Dice Jonás:
Ella es mi abuela y padece demencia senil. Ella y yo no nos parecemos en nada, nuestros planteamientos de vida son irreconciliables, nuestra relación es fría y distante, dura y amarga en ocasiones. Aún así, siempre recuerdo algo que hacíamos juntos cuando pasaba algunos días en mi casa por Navidades: ver ¡Qué Bello es Vivir! de Frank Capra, una de sus películas preferidas. Es un recuerdo que puede parecer estúpido, pero deseo que no se olvide, que no se pierda.
Nada es estúpido en el recuerdo de quienes nos han dado la vida Jonás, y quizás lo que más me conmueve de tus palabras es que para mi tambien el recuerdo de ver, en mi caso libros, con mi abuela, es hoy en día de los preferidos. Libros de arte y tambien de fotografia, sentada a su lado en el sofá de su casa; en silencio, sin apenas hablarnos, esas imágenes eran el reservorio de tantas palabras sin decir.
La escritura, en tu caso, puede ser muy poderosa:
Ella y yo nunca nos hemos llevado muy bien, pero somos familia y creo que siempre hemos sentido que el corazón no es lo que nos hacía abuela y nieto, sino que eran la carne y la sangre las que unían a dos personas muy diferentes. Las mismas que hace que sienta que ella es parte de mí y yo soy parte de ella, las que me hacen pensar que nunca escribiría estas palabras si ella no hubiera nacido, que no sería como soy si nunca hubiera sido ella como es. Su enfermedad también la siento en mis carnes ya que una parte de nosotros se pierde en ese olvido involuntario que está experimentando.
Cuando ya el recuerdo se desvanece, el de ella, el de su vida, hasta el punto de no querer oir, de no querer reconocer, el nieto acude a la cámara para salvar lo que se pueda:
No hablamos casi nada, no sabía cómo decirle todo esto. ¿Qué le podía decir? ¿Recordarle algo de lo que nunca se iba a acordar y que, aunque se lo hubiese contado, lo habría olvidado poco después? Creo que en una buena parte de los cimientos que componen nuestras vidas no hay más que lo que allí guardamos, ¿le iba a decir que estaba perdiendo este recuerdo y todos los demás? Decidí quedarme haciéndole compañía, viendo la película mientras yo grababa y ella leía noticias ya olvidadas que volvería a olvidar. Continué grabando, esperaba que algo surgiera, pretendía atrapar algo que no quiero que se olvide. Pensé que con las imágenes sería capaz de darle de nuevo vida a este recuerdo, de rescatarlo y guardarlo, ahora sí, para no perderlo.
De la filmación rescata estas fotos, de las que apenas muestro dos. Tan intensas y hermosas que es como estar en esa habitación, acompañándolo, acompañandolos.
Lo único que he conseguido sacar son las imágenes que aquí presento, fotogramas a modo de fotografías, detalles de un recuerdo atrapado por la sombra.
Nada hay nada más muerto que lo olvidado, por eso he intentado, por lo menos, rescatar las pocas trizas que existen de un recuerdo interrumpido antes de tiempo. Aquí queda retratado en imagen el final de nuestro recuerdo y, a modo de testimonio escrito, algo bueno que nos pasó. Harry Mulisch dijo: ”un comienzo no desaparece nunca, ni siquiera con un final”. Creo que este ha sido un comienzo para que no sólo sea sangre y carne lo que nos una a mí y a mi abuela, sino que sea el corazón lo que nos convierta en abuela y nieto.
¿Son sus recuerdos, los de su abuela, los nuestros? Dejo la pregunta en el aire con un profundo agradecimiento a Jonás por haberse permitido este ejercicio de recuperación. Quizás no lo vea ahora pero con el transcurrir de los años su importancia se intensificará.
5 comentarios
ID: 615053
hola me agrado tu articulo gracias .
ID: 615059
Qué bueno, Ronald. Me alegro mucho. Por nada, gracias a ti por tus palabras.
ID: 615872
Uno de mis temores más profundos es olvidar. Quizás escribo para eso. Para no olvidarme…
Eso me une con los Jonás.
ID: 616239
Lo importante es responder al impulso y que la escritura nos ayude a guardar, recuperar, compartir…
ID: 1767154
jona sos un infeli en una palabra como te vas a llevar mal con tu segunda madre por que eso es lo que es una abuela mejor matate pibe