El tonel de Amontillado a 198 años del nacimiento de Poe

Lo mejor que pude había soportado las mil injurias de Fortunato. Pero cuando llegó el insulto, juré vengarme. Ustedes, que conocen tan bien la naturaleza de mi carácter, no llegarán a suponer, no obstante, que pronunciara la menor palabra con respecto a mi propósito. A la larga, yo sería vengado. Este era ya un punto establecido definitivamente. Pero la misma decisión con que lo había resuelto excluía toda idea de peligro por mi parte. No solamente tenía que castigar, sino castigar impunemente. Una injuria queda sin reparar cuando su justo castigo perjudica al vengador. Igualmente queda sin reparación cuando ésta deja de dar a entender a quien le ha agraviado que es él quien se venga.

Es preciso entender bien que ni de palabra, ni de obra, di a Fortunato motivo para que sospechara de mi buena voluntad hacia él. Continué, como de costumbre, sonriendo en su presencia, y él no podía advertir que mi sonrisa, entonces, tenía como origen en mí la de arrebatarle la vida.

Así comienza el cuento “El tonel de Amontillado” o “El barril de Amontillado” de Edgar Allan Poe, de quien se cumplió el 19 de este mes el 198 natalicio. Seguro que la traducción de Cortázar es superior, pero esta es la que conseguí en Internet y tengo más a la mano para acompañar esta producción de Ace Gallagher con música de Allan Parsons, justo la que mencionaba en un post anterior.

Aviso

Esta entrada corresponde al archivo histórico de Ciberescrituras (2005-2012).

También te puede gustar...

2 comentarios

Deja un comentario