Hace un par de años leía en la revista de un avión (Ojo, no fué en Wired, ni en PC news o algo así, porsia…) acerca del trabajo etnográfico que desarrolla Microsoft para la planificación de sus productos y servicios. La figura de un trabajador social que se encarga de viajar de un lugar a otro del mundo, con la exclusiva tarea de observar el comportamiento de los seres humanos en su interacción con la tecnología para así poder identificar sus necesidades, me pareció poco menos que fascinante. Allí entendí que detras de todos los objetos que usamos hay, no sólo una persona o un equipo de personas que de repente dijo ¡Eureka! y diseñaron cosas tan fascinantes como mi iBook o mi iPod, sino también, y sobre todo, un conocimiento profundo de comportamiento humano que habilita un proceso de creación y diseño muy atinado que nos hace a veces sentir que la máquina (y no es nada más que una máquina o un objeto de nuestra vida cotidiana) nos está descubriendo o “se adelanta a nuestros pensamientos”. Ese día descubrí, por ende, el interés por estudiar eso que llaman “usabilidad”. Pero esta introducción podría extenderse mucho si me pongo a hablar de ello, ya que estoy acá escribiendo esta nota porque, luego de hablarle a un amigo acerca de la compra de del.icio.us por parte de yahoo, me he topado allí con un blog que narra una experiencia muy interesante.
Se trata de lo que se le ocurrió hacer a Ryan Foster, Webmaster de lobby4linux.com y propietario de First Impressions Web Design, un día para probar el comportamiento de la gente en la calle con respecto a Linux. En verdad, el detonante de su comportamiento fue el darse cuenta que las personas que se paraban en la esquina o pasaban por la calle de su casa, mostraban siempre un signo que los distinguía.
“What if I were to stand on a street corner with a sign in MY hand? One in which did not ask for money, food, a job or sympathy, but offered to give people something for free? What if I offered people waiting at the stoplight of a busy intersection free Linux disks?”, se preguntó anseguida y se puso a quemar 60 discos de linux y los colocó en dos cajas de zapatos y con eso fué y se paró en la esquina, al lado del semáforo. Vale la pena leerse el propio texto de Ryan para disfrutarlo, pero lo cierto es que al final del día, luego de que muchos conductores subieran ràpido sus vidrios o le dieran unas monedas y otras cosas (algunas de las cuales él prefiere no mencionar), contó que de aproximadamente 200 personas, sólo 9 parecieron saber de qué se trataba lo que él estaba regalando. Hubiera podido hacerlo con una encuesta, claro, pero nada como esa inmersión rememorativa de la etnografía propia de Lewis.
Lo recabado en el día se lo donó al primer pordiosero que encontró y dice:
“Dinero = $144.09.
Cigarrillos = 4 paquetes.
Bonos para comer en Chili’s, Applebee’s y Logans = 4.
Estar en los zapatos de aquel hombre por un día…
Un regalo que no puede ser tasado.”
Seguro que no, estar en la piel del otro es una experiencia de duplicidad que pocos se permiten y, sin embargo, es un ejercicio imprescindible en esta aventura de hacer un poco más llevadera la realidad cotidiana.
2 comentarios
ID: 223787
Hi, interesante reflexion acerca del comportamiento de las personas y el uso de la tecnologia. Nada mas cierto que detras o mejor dicho delante de tanto nuevo aparato y tanto codigo, siempre habra un ser humnano para darle sentido a la maquina.
Saludos desde Canada
Luis
ID: 225553
Facinante historia. Gracias por contarla español 😉